Hervé Vilard.
Tú, ya no estás.
Un Sol tibio,
de invierno,
acaricia
las calles de un
grisáceo
Madrid,
en febrero.
Hojas
del último otoño
aún alfombran
las calles y aceras,
donde mis pasos
perdidos
van dejando
sus ecos.
La gente,
el color mustio
y el ánimo
ceniciento,
pasea.
En los rostros,
cansancio,
fatiga de siglos
en los cuerpos.
Ayer, te vi
en mis sueños:
los labios rojos,
el cabello
trenzado
o suelto,
el roce
de tu piel
hecha
de
ternura,
la carne
tibia,
los pezones
erectos,
pero,
al acercar mis dedos,
fuiste solo
humo,
rumor
y espectro.
Los pájaros
afuera
cantan,
hay ruidos,
sonidos
de autos,
murmullos
de voces
o lamentos.
Yo estoy volviendo:
el trabajo,
los amigos,
la rutina
diaria,
lo sabido,
el ir y el venir
somnoliento.
Y, sin embargo,
¿por qué, cuando
me golpeo
el pecho,
siento,
donde el corazón
estuvo
un hueco
absurdo
e inconexo?
¿por qué, cuando
me golpeo
el pecho,
siento,
donde el corazón
estuvo
un hueco
absurdo
e inconexo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario