La carta del ex interventor general de la Junta de Andalucía
De "indignidad" tacha la actitud de Chaves y Griñán |
Una vez conocido el contenido de las declaraciones ante el Tribunal Supremo de los expresidentes de la Junta de Andalucía, Srs. Chaves y Griñán, he decidido solicitar prestar declaración ante el Magistrado que instruye la causa de los ERE en el Tribunal Supremo.
El motivo fundamental de mi decisión reside en el hecho de que, tanto Griñán como Chaves, han basado su defensa en tratar de desviar su evidente responsabilidad en el fraude hacia los interventores de la Junta de Andalucía.
Esta conducta de los dos expresidentes es una indignidad, desde varios puntos de vista:
En primer lugar, porque actúan embozados bajo el inicuo aforamiento tras el que se esconden, sin que los aludidos podamos responder.
En segundo lugar, porque es indecente desviar hacia los inferiores la responsabilidad por actos propios.
Y, en tercer lugar, porque las acusaciones están basadas en un cúmulo de invenciones que es preciso delatar.
Después de conocer el contenido de las declaraciones de quienes han presidido la Junta de Andalucía en los últimos 25 años me siento tan avergonzado de ser andaluz que, si fuera legalmente posible, pediría de inmediato mi desnaturalización.
En el asunto de los ERE, el Gobierno de la Junta de Andalucía, con respaldo de la mayoría del Parlamento y asistiendo como espectador mudo la Cámara de Cuentas de Andalucía, actuó como el Alcalde que decide apagar todos los semáforos de la avenida, con el presunto propósito de mejorar la fluidez del tráfico. Ahora, el Alcalde niega que él apagara los semáforos y pretende desviar su responsabilidad por los muertos en accidente hacia la policía de tráfico. Cuanto más insiste el Alcalde en ello más parece que el motivo de la medida no fue la fluidez del tráfico, sino permitir la huida de los ladrones con más facilidad.
Es también muy apropiada esta otra alegoría: el Gobierno de la Junta de Andalucía, con respaldo de la mayoría del Parlamento, al aprobar el Programa presupuestario con el que se financiaban los ERE, echó a rodar cada año un automóvil sin frenos. Y, como señaló Griñán en la Comisión de Investigación del Parlamento, a él no le importaba que el coche circulara sin frenos, porque el coche no era suyo. Ahora parece que el coche era del Interventor.
Este suspiro por el Interventor que exhalan el Sr. Griñán y el Sr. Chaves en sus declaraciones ante el Tribunal Supremo, lo que de verdad pone de manifiesto es que no necesitaban un interventor. Lo que realmente habrían necesitado es un tutor que, como a los menores de edad, supliera su falta de capacidad y competencia, en las diversas acepciones de ambos términos. O, mejor aún. Lo que habrían necesitado es un ángel de la guarda, que velara sus sueños de incuria y abandono.
Manuel Gómez Martínez
Fui Interventor General de la Junta de Andalucía entre 2000 y 2010
NB: Autorizo la publicación total o parcial por cualquier medio de la totalidad del texto y ruego que se comparta y difunda. Gracias.
El motivo fundamental de mi decisión reside en el hecho de que, tanto Griñán como Chaves, han basado su defensa en tratar de desviar su evidente responsabilidad en el fraude hacia los interventores de la Junta de Andalucía.
Esta conducta de los dos expresidentes es una indignidad, desde varios puntos de vista:
En primer lugar, porque actúan embozados bajo el inicuo aforamiento tras el que se esconden, sin que los aludidos podamos responder.
En segundo lugar, porque es indecente desviar hacia los inferiores la responsabilidad por actos propios.
Y, en tercer lugar, porque las acusaciones están basadas en un cúmulo de invenciones que es preciso delatar.
Después de conocer el contenido de las declaraciones de quienes han presidido la Junta de Andalucía en los últimos 25 años me siento tan avergonzado de ser andaluz que, si fuera legalmente posible, pediría de inmediato mi desnaturalización.
En el asunto de los ERE, el Gobierno de la Junta de Andalucía, con respaldo de la mayoría del Parlamento y asistiendo como espectador mudo la Cámara de Cuentas de Andalucía, actuó como el Alcalde que decide apagar todos los semáforos de la avenida, con el presunto propósito de mejorar la fluidez del tráfico. Ahora, el Alcalde niega que él apagara los semáforos y pretende desviar su responsabilidad por los muertos en accidente hacia la policía de tráfico. Cuanto más insiste el Alcalde en ello más parece que el motivo de la medida no fue la fluidez del tráfico, sino permitir la huida de los ladrones con más facilidad.
Es también muy apropiada esta otra alegoría: el Gobierno de la Junta de Andalucía, con respaldo de la mayoría del Parlamento, al aprobar el Programa presupuestario con el que se financiaban los ERE, echó a rodar cada año un automóvil sin frenos. Y, como señaló Griñán en la Comisión de Investigación del Parlamento, a él no le importaba que el coche circulara sin frenos, porque el coche no era suyo. Ahora parece que el coche era del Interventor.
Este suspiro por el Interventor que exhalan el Sr. Griñán y el Sr. Chaves en sus declaraciones ante el Tribunal Supremo, lo que de verdad pone de manifiesto es que no necesitaban un interventor. Lo que realmente habrían necesitado es un tutor que, como a los menores de edad, supliera su falta de capacidad y competencia, en las diversas acepciones de ambos términos. O, mejor aún. Lo que habrían necesitado es un ángel de la guarda, que velara sus sueños de incuria y abandono.
Manuel Gómez Martínez
Fui Interventor General de la Junta de Andalucía entre 2000 y 2010
NB: Autorizo la publicación total o parcial por cualquier medio de la totalidad del texto y ruego que se comparta y difunda. Gracias.
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