yo encuentro:
piedras,
silencios
y signos
de oscuros
presagios,
palabras
para
mis versos
e, incluso,
sueños
de antaño.
Caminante,
ligero,
yo te acompaño;
caminante
que marchas,
sigue tus pasos.
Caminante
sin rumbo,
no te detengas,
ni el amor
ni la historia
valen un cuarto.
Caminante
que, raudo,
sigues andando,
si, a lo lejos,
avistas gente
esperando,
aviva
tu ritmo,
no la hagas caso.
Tú,
corre,
avanza
raudo;
lo que importa
es la senda,
no lo pasado,
ni el origen,
ni el cuándo;
pues al final
como a todos,
nada ni nadie
ha de estar aguardando.
DOMINGO CARBAJO VASCO
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