Antiguo trozo de camino. Museo de Alcalá de Guadaíra |
Sin un euro. Sin saber tampoco dónde y cómo se han
gastado el dinero de nuestros impuestos porque aquí no hay una política
medianamente transparente que haga públicas las cuentas. Sin saber hasta cuándo
va a durar esta situación y si nuestros hijos tendrán que seguir pagando el
despilfarro de estos gestores tan generosos con los parneses ajenos y tan
tacaños de pensamiento y visión de futuro. Sin funcionarios motivados, que ven
pender de un hilo su puesto de trabajo mientras que los de siempre viven del cuento
y ya se están preparando un retiro acomodaticio para tiempos peores. Sin libros
en la macro biblioteca del macro alcalde del macramé. Sin obras ni actuaciones
en el macro teatro del ídem de ídem. Sin polígonos industriales que transformen
y creen algo y no meros almacenes de almacenes que almacenan y almacenan y
almacenan… sin más puestos de trabajo que el dueño y el que mueve la mercancía,
que a veces es la misma persona. Sin un urbanismo coherente que no esté hecho a
retazos, ideas descabelladas, peregrinas, absurdas o deslavazadas (La calle Silos es de
premio. Creo que pueden organizar excursiones de estudiantes de arquitectura
para saber qué es lo que no hay que hacer nunca). Sin un tráfico ordenado que
haga posible que para desplazarse por el pueblo seiscientos metros en el coche
no nos gastemos tres kilómetros y medio de gasolina. Sin unas directrices
coherentes municipales para sortear esta crisis galopante que se vuelve a cebar
con los más débiles: mujeres y jóvenes (en Madrid, un poner, el alcalde facha
del PP reduce considerablemente el IBI a los parados). Sin crear las
condiciones necesarias para que el comercio del centro no languidezca de
aburrimiento y el día menos pensado nos demos cuenta de que ya lo único que
quedan son bancos, y no para sentarse, y casas donde empeñar las pocas
pertenencias que teníamos. Sin ser capaces de hacer una autocrítica y dar un
paso atrás para reconducir una situación económica que se les va de las manos y
que nos compromete a todos. Sin esperanzas de que esto alguna vez cambie.
PUBLICADO EL 15 DE OCTUBRE DE 2011
1 comentario:
La verdad que lo del nuevo teatro clama al cielo. Primero de todo, porque su diseño como sala de teatro deja bastante que desear, tanto para el público (acústica espantosa) como para los profesionales llamados a trabajar sobre sus tablas (para nada funcional y con versatilidad cero). Segundo, porque el propio gasto ha dejado tan esquilmadas las cuentas que ni para reemplazar las lámparas fundidas de los focos tienen, lo que es verdaderamente lastimoso. Y tercero, y ésto es verdaderamente grave, porque han hipotecado las cuentas del consistorio hasta tal punto que incluso ni pueden acometer los pagos comprometidos con alguna que otra compañía que ha pasado por el dicho teatro.
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