El mercado nuevo de la plaza de Don Paulino no pudo
abrirse en peor momento. En plena crisis económica un puñado de placeros
defiende a capa y espada una travesía muy extraña, con una competencia feroz de
grandes superficies y precios muy difíciles de igualar. Además, el crecimiento
desaforado de Alcalá ha hecho que el centro de la ciudad se haya atomizado y hoy
en día existan varias referencias para el mismo. Así y con todo, la labor de
estos pequeños empresarios es encomiable. Luchan con esfuerzo y ahínco para que
su negocio salga adelante y ganemos todos. La calidad de sus productos es
inmejorable. El trato con los clientes no tiene precio. Y la imaginación para
que no decaiga el afán de superarse desconoce límites: siempre están
estrujándose las meninges para organizar actividades paralelas que animen las
ventas.
Cada vez que un puesto cierra -creo que van seis si la
memoria no me falla-, es un pequeño puñetazo a un proyecto de futuro. En todas
las grandes ciudades están reviviendo los mercados de barrio, donde el fresco no
tiene competencia. Ellos tienen que someterse al referéndum diario del
comprador, y no pueden fallar con sus productos ni un solo día. Jamás se les
ocurriría reetiquetar cambiándoles la fecha a carnes o pescados próximos a
caducar, para intentar arañar unas ventas aunque sea bajando los precios, cosa
que hacen con bastante frecuencia los grandes supermercados. Y lo que es más
importante, detrás del mostrador hay personas, con nombre y apellidos, que sabes
que siempre están ahí para lo que necesites.
Defender este comercio es apostar por puestos de trabajo
estables, hacer la ciudad más habitable y humanista, no depender del coche cada
vez que queramos hacer unas compras y vivir más en armonía con los vecinos. Si
entre todos los alcalareños no contribuimos a la supervivencia del nuevo mercado
nos daremos pronto cuenta del lujo tan al alcance de la mano que hemos perdido.
El nuevo mercado |
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