Intento retrotraerme a mi juventud gamberra. Quién no ha pasado por esa etapa en la que amparados en la casi masa, cuatro mozalbetes, sin “media mascá”, combinaban sus primeros granos en la cara con sus primeras cervezas, se dedicaban a romper la ventana de una fábrica abandonada, fumaban un cigarrillo tragándose el humo o, el colmo del atrevimiento, miccionaban en grupo en la vía pública. Y punto. Y cuando digo y punto es y punto. Ahí acababa la aventura transgresora de los que no estudiamos ni Educación para la ciudadanía, ni Ecología, ni niño muerto. Jamás se nos ocurrió faltar el respeto a los mayores, ni mucho menos a la autoridad; bendita institución, vaya fuente de respeto. Y del patrimonio… ¡cualquiera atentaba contra él!
Rejas arrancadas, boquetes, pintadas. No se puede ser más cafre |
Intento retrotraerme a mi juventud gamberra. Quién no ha pasado por esa etapa en la que amparados en la casi masa, cuatro mozalbetes, sin “media mascá”, combinaban sus primeros granos en la cara con sus primeras cervezas, se dedicaban a romper la ventana de una fábrica abandonada, fumaban un cigarrillo tragándose el humo o, el colmo del atrevimiento, miccionaban en grupo en la vía pública. Y punto. Y cuando digo y punto es y punto. Ahí acababa la aventura transgresora de los que no estudiamos ni Educación para la ciudadanía, ni Ecología, ni niño muerto. Jamás se nos ocurrió faltar el respeto a los mayores, ni mucho menos a la autoridad; bendita institución, vaya fuente de respeto. Y del patrimonio… ¡cualquiera atentaba contra él!
Háganse a la idea. Año 2010. Molino de Vadalejos. El Ayuntamiento de Alcalá se gasta una pasta gansa en restaurarlo. Y atiendan a las palabras premonitorias de la responsable de Turismo de aquella época, Laura Ballesteros: “Estos proyectos públicos no servirían de nada sin una fuerte participación de la iniciativa privada, cuya dinamización e impulso es el principal objetivo de los mismos, para que verdaderamente se conviertan en una nueva fuente de riqueza, empleo y desarrollo económico para nuestra ciudad”.
Pues efectivamente, ha sido dinero tirado a la basura. Nuestros jóvenes, y no tanto, se han encargado de vandalizar el patrimonio. Rejas arrancadas, pintadas, fogatas dentro de los molinos, boquetes y destrozos impropios de una sociedad que se dice desarrollada y moderna. Es la vergüenza llevada a su máxima expresión. Es el salvajismo de los incultos. Es la bestia desatada con un aerosol en la mano. Son nuestros queridos vándalos.
¿Qué podemos hacer para evitar que esto vuelva a ocurrir? ¿Ponemos un policía en cada molino? ¿Una valla eléctrica? Lo más curioso es que doscientos metros más lejos, debajo del puente que atraviesa el río, hay una cámara de seguridad que no sabemos muy bien para qué sirve.
El Ayuntamiento no puede dejar en el abandono estas barbaridades. Es el responsable de su mantenimiento y cuidado. O ataja el problema dando prioridad a la explotación privada de los molinos mediante una concesión o probablemente nos quedemos sin ellos. Me consta que hay demandas desatendidas.
Un artista en ciernes |
¿Para qué nos gastamos el dinero en rehabilitarlos? |
Detalle de la cámara debajo del puente, donde menos falta hace |
No se puede decir con menos palabras |
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