domingo, 27 de marzo de 2011

EL MUSEO

Los que amamos a Alcalá porque cada vez nos gusta menos lo que están haciendo con ella, estamos de enhorabuena. El Museo empieza a ser una excepción de este tedio de ciudad-dormitorio ciudad-experimento. En el mundo feliz que nos vende el Ayuntamiento, donde todos retozamos en la ribera recuperada de un río límpido, en el que se ven hasta los guijarros del fondo de sus transparentes aguas, hay un trozo de verdad no contaminada por la propaganda: las exposiciones de El Museo. Allí, en la quietud de ese edificio industrial recuperado para preservar lo poco que nos queda de memoria, se puede visitar hasta el 8 de diciembre la colección de pinturas y bocetos de Joaquín Sáenz “La imprenta de San Eloy”. Comprada en los años 80 por la Diputación de Sevilla, esta magnífica muestra es un homenaje a un oficio que pasó a mejor vida gracias al puñal mortífero de la informática: el impresor y su mundo de tipos móviles, chibaletes de composición, minervas y tintas espesas.
En 1815 Ned Lud dio nombre a un movimiento ingenuo, los “luditas”, que propugnaban la destrucción de las máquinas porque quitaban mano de obra en los telares de Inglaterra. Era como intentar tapar el sol poniendo un dedo delante de tus ojos. Por supuesto nada tenían que hacer frente al progreso, pero supuso las bases de una conciencia obrera. Sáenz no destruyó ni quemó nada cuando su negocio familiar “Gráficas del Sur” cayó bajo la piqueta del modernismo. Pero nos dejó para el recuerdo estos cuadros que huelen a imprenta, a vaivenes de máquinas en movimiento que lo mismo escupen una invitación de un acto literario que los albaranes de una tienda de ultramarinos. Son el homenaje triste y único de una forma de imprimir, que feneció ahogada por el offset y el tratamiento informático de textos en los ordenadores. Nada que objetar al desarrollismo. ¿O es que alguien echa de menos la máquina de escribir y el tippex? El problema es que muchas veces se asocia el sistema de producción con el entorno. Y en este como en muchos otros casos puede estar disociado. La muerte de los sistemas obsoletos de impresión no tiene por qué implicar que las herramientas desaparezcan.
Sirva esto de reflexión para ese centro de interpretación, o como leñe se le llame ahora, que nos están preparando sobre la industria del pan de Alcalá.  

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