martes, 24 de febrero de 2015

AUSENCIA

“Capri, c´est fini…”.

Hervé Vilard.


Tú, ya no estás.

     Un Sol tibio,
de invierno,
acaricia
las calles de un
grisáceo
Madrid,
en febrero.

     Hojas
del último otoño
aún alfombran
las calles y aceras,
donde mis pasos
perdidos
van dejando
sus ecos.


     La gente,
el color mustio
y el ánimo
ceniciento,
pasea.

     En los rostros,
cansancio,
fatiga de siglos
en los cuerpos.

     Ayer, te vi
en mis sueños:
los labios rojos,
el cabello
trenzado
o suelto,
el roce
de tu piel
hecha
de
ternura,
la carne
tibia,
los pezones
erectos,
pero,
al acercar mis dedos,
fuiste solo
humo,
rumor
y espectro.

     Los pájaros
afuera
cantan,
hay ruidos,
sonidos
de autos,
murmullos
de voces
o lamentos.

     Yo estoy volviendo:
el trabajo,
los amigos,
la rutina
diaria,
lo sabido,
el ir y el venir
somnoliento.

     Y, sin embargo,
¿por qué, cuando
me golpeo
el pecho,
siento,
donde el corazón
estuvo
un hueco
absurdo
e inconexo?


DOMINGO CARBAJO VASCO

22 de febrero de 2015



"Hojas del último otoño aún alfombran
las calles y las aceras"

martes, 17 de febrero de 2015

V jornada del arroz en Los Palacios

Para no perdérselo
Algún día habrá que hacer un homenaje a esos negocios que crecieron a pie de carretera y cuando esta dejó de pasar por delante de sus puertas, no se vinieron abajo sino todo lo contrario. Y entre ellos ocuparía un lugar destacado Manolo Mayo, fundado en 1963. De venta de la nacional IV de Madrid a Cádiz, cuando los camiones atravesaban la avenida de Sevilla por Los Palacios, a la mayor empresa del pueblo.

Si su fundador Manuel Mayo Troncoso levantara la cabeza estaría más que orgulloso de sus hijos, José Francisco y Fernando Mayo Cabrera. De la típica venta pasó a resturante, luego a hotel, 45 habitaciones, y la última apuesta, la compra de la Hacienda Santa Clotilde, preciosa construcción medio palaciega medio agrícola con sus jardines y cenadores para todo tipo de eventos.

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lunes, 16 de febrero de 2015

LOS EMBOZADOS Y FRANKENSTEIN

No, sí, lo que haga falta
Hay un motivo, uno solo, que explica cuanto está pasando en los países del sur de Europa, especialmente el nuestro con lo que podríamos llamar "el misterio Podemos". Para ceñirnos a la experiencia española, podemos decir que fue terminar la dictadura —o quizás antes— y entregarse la nueva clase política "democrática" a la sistemática y tenaz tarea de cultivar la frustración en el electorado. ¿Recuerdan los 800.000 puestos de trabajo? Su autor intelectual acaba de jubilarse como parlamentario, en medio de un aura de santidad laica del que ha participado fervientemente la derecha. ¿Qué decir del "OTAN, de entrada no"? O del "se pudrirán en la cárcel", por parte del mismo que acaba de rechazar el simulacro de cadena perpetua pactado por su partido. Esto, por referirme sólo a algunas graves cuestiones que se me vienen a la cabeza.

La historia de la democracia en España es la de un gran engaño. Casi nada de lo sustancial prometido ha sido cumplido. La sensación sembrada en la sociedad es la de que se le ha tomado el pelo una y otra vez. ¿Es extraño que surja un tumor en el margen de la pantalla? Naturalmente, el margen es siembre el siniestro, faltaría más. Cuarenta años de Podemos escorado hacia la derecha tienen que producir otros tantos de inclinación arbitraria hacia el lado contrario. La "casta", que por supuesto existe, ha ido agotando todos los márgenes de confianza que la ciudadanía española ha ido depositando en ella con paciencia digna del santo Job. Lo último, el cartucho quemado que ha dado a Podemos la mano de la hija casadera en las tres bodas electorales próximas, ha sido la abdicación del principio sagrado de la vida o lo que es lo mismo, la reconducción legislativa para que el aborto deje de ser un derecho. La burla de los impuestos aún pudo encontrar alguna disculpa (los trucajes contables del Gobierno anterior, etcétera) pero en punto al aborto sólo cabe responder con las palabras de Gallardón: "¡Qué asco!" Son los que podríamos denominar "embozados", porque siempre nos han ocultado su verdadero rostro.

El viaje del Partido Popular a ninguna parte —ese centro que siempre se escapa hacia la izquierda hasta llegar a manos de los extraparlamentarios— ha creado el apagón final de la gran comedia. Ni la gente encuentra trabajo ni cree ya una sola palabra de cuanto le digan ni el PP ni el PSOE. De modo que Podemos se revela en realidad como un efecto científicamente inevitable de este diabólico juego de física mecánica que aburriría al mismo Descartes.

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A carta cabal, el blog de ÁNGEL PÉREZ GUERRA