jueves, 13 de noviembre de 2014

El flamenco en Sevilla está herido de muerte

"Escuchando cantes, aprendiendo estilos"

El flamenco en Sevilla está herido de muerte tras la clausura, por parte de la Delegación de Medio Ambiente, de la Peña Cultural Flamenca Torres Macarena. A ella seguirán el resto de las peñas flamencas sevillanas. Las peñas culturales flamencas son entidades sin ánimo de lucro y tienen entre sus fines velar por la pureza del flamenco y propagar su difusión.

No se concibe un cantaor ni un guitarrista profesional que no haya pasado horas y horas en las tertulias de las peñas, escuchando cantes, aprendiendo estilos, y fogueándose con el compás de la guitarra, antes de subir por primera vez a un escenario. El papel fundamental que cumplieron históricamente los patios vecinales y los colmaos de las ventas, lo cubren ahora las peñas de aficionados.

En las peñas flamencas, aulas de la mejor cultura, ateneos de quienes algo saben y lo quieren decir sin más letras que las de los cantes, no hay más altavoz que la garganta del cantaor, ni más acompañamiento que una guitarra, unas palmas sordas y unos nudillos en la mesa. En ellas campea un solo mandamiento: El que no sepa cantar que escuche, saber escuchar es un arte.

"El flamenco no es ruido que
contamina sino sentimiento"
Un día el cantaor cantará con la voz que tenga, otro la misma pena le ahoga su propio cante, pero canta; algún día no estará “pa ná” pero al alba un golpe duro y seco de cazalla le arrancará las entrañas con llanto de siguirillas.

¿Y quién pone en artículos y sanciones esto? Porque en esta tierra, en la que poco a poco va cayendo lo que nunca debió caer, sí queda gente que sin preguntar uno a otro ni quién es ni qué quiere, se sientan, se miran, se quejan, se ríen, y se cantan y se escuchan, en un diálogo ancestral sobre amores, perdones, vicios, celos, idas y vueltas, traiciones, implorando a su madre como niño inocente y desvalido -esto no es ruido, esto es serio-. También quien viene a Sevilla quiere ver y sentir todo esto. No dejemos que se vaya y no nos vayamos nosotros, sin meditar otra vez lo que “a todos nos han cantao, en una noche de cante, algo que nos ha matao”.

Pues bien, el Ayuntamiento de Sevilla, con su nueva Ordenanza de Ruidos, se carga al que canta y al que escucha, porque ya ninguno podrá hacer lo que saben. El flamenco no es ruido que contamina, sino sentimiento que emociona. Sin embargo, por ley se considera a las peñas flamencas como locales de contaminación acústica, con música en directo, equiparándolos a cualquier discoteca o bar de música con equipos musicales de amplificación. Como si Sevilla no supiera los tiempos y los usos de los ruidos y los silencios, de los aplausos y los pitos, de los cantes y los rezos.

El valor del flamenco no lo puede establecer la Ley. Es más complicado, o más simple. ¿No es la costumbre fuente del Derecho? Pregunte el alcalde por ahí y se lo enseñarán. No es solo la falta de sensibilidad de nuestro Ayuntamiento y el hazmerreír de propios y extraños. Es mucho más: Un atentado al Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, cortando de raíz la conservación, desarrollo y divulgación de nuestra cultura más universal.


El autor del escrito








FERNANDO GARCÍA ALARCÓN

Ingeniero industrial.





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