Dos cuerpos
Combaten el uno contra el otro
Eternamente;
Corazones unidos, resuellos
Sin límites, sexos
Compartidos,
Luchas desniveles,
Sudorosas pieles,
Goces tan intensos
Que repiten su ritmo, una y mil veces.
Dos cuerpos que ansían no serlo.
Que quieren
Lograr lo inaudito,
Lo inesperado, lo eterno.
Unirse en el otro, juntarse la sangre, la vida, el dolor, lo humano incierto.
Unidad en las formas, búsqueda del centro
Porque lo uno es perfecto
Cuando se descubre al otro, cuando vagas errado
Bajo el manto
De la noche negra,
Sin rumbo ni estrellas.
Y los brazos que se aprietan,
Y el sudor que exprime el esfuerzo,
Dos al unísono,
La búsqueda sin fin del deseo
Sin fondo
Ni tampoco principio.
Desear ser uno solo
Mar y tierra adentro.
Ansiar que el futuro no exista, que nunca venga en tu sueño,
Balbucear lo inconexo,
Lo innombrable, lo desconocido,
Lo que he perdido
Y ya no encuentro.
Dejar de ser uno mismo
Hendirse en la carne, frotarse los huesos,
Destrozarse los músculos, azotarse las ingles, unirse los sexos
Con animales gritos
Y furias de antaño sin ritmos ni acentos.
Mundo feliz, ser tú como ella y ella, como tú eras
O fuiste: infinito, inconcreto,
Indomable y perfecto;
Saber que fuiste
De otro, que acariciaste labios plenos
De saliva y esencia,
Ojos con destellos
De rabia, de fuera
Hacia adentro.
Ser agua de vida,
Caricias de senos
Que, ahora, sin cansancio, fluyen sin saberlo,
Ingerir sus sustancias
Que, de amor, están plenas
De una fuente que mana y nunca se seca.
¡Oh, éxtasis divino¡
¡Oh perfección de los goces
Que nos fueron dados
Sin merecerlos¡
Y, después, ya sin tiempo,
Acabados los roces frágiles, duros, sangrientos,
Vencidos en una batalla de golpes intensos;
Entonces, retornar el sendero,
Desandar los caminos
Que, juntos, emprendimos,
quizás, sin pretenderlo,
Sin derrota ni rumbo conocidos,
El retorno salvaje de lo eterno.
Que no acabe esto.
Que no existan ni el mañana ni el hoy, que desaparezca
Y se borren los tiempos,
Que no dispongas de bordes o de términos,
Que nadie nos separe para siempre
Ni diga basta o límites de verbos.
Pero
Todo termina y nada es perfecto,
Todo es fin, fragilidad, oscuridad, ocaso, contradicción y estrépito,
Cuando vuelves
A ser lo que fuiste,
lo que antaño eras y no reconociste:
Solitario
Individuo,
Rostro
Desconocido
Para el otro,
símbolo
De la nada, fracaso, interrogación, silencio.
En ese preciso momento
Te golpeará el cansancio,
El olvido atroz, el desamor inerte, el peso
De ser hombre; tú, fatigado, inerte, muerto.
Entonces, agotado
Y vencido por el tiempo,
Sabrás qué ya solo te queda
El recuerdo
Del pasado goce y restallará como un eco
constatar, nuevamente, que tu destino
Era éste: ser uno, solitario, triste e imperfecto.
DOMINGO CARBAJO VASCO
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