La joven promesa del socialismo español |
La reforma estructural también llegará a esa casta de
privilegiados por la política
Nadie llorará cuando los traductores de catalán-español,
español-catalán dejen de trabajar en el Senado para que el cordobés Montilla
entienda a su paisano Cháves y viceversa. Es más, ni siquiera se echará de
menos esa Cámara llamada en su momento a ser territorial y hoy en día refugio
de ilustres inútiles que no saben muy bien como justificar su existencia
laboral. Ni cuando cierren por falta de dinero esos pongamos tan certeras
instituciones tipo el Centro de Sensibilización e Interpretación de la Paz de
Albacete o el de la lana, en Castilla y León. De hecho, nuestro Centro de
Interpretación del Atún de Almadraba está clausurado y no he escuchado a nadie
quejarse de tamaña “tropelía” para el desarrollo pesquero de la zona.
No se verterá una lágrima el día que Bruselas imponga acabar
con las embajadas autonómicas que pululan por el extranjero para vergüenza y
catetería de sus respectivos contribuyentes. Los mismos que ya están hartos de
pagar casi todos los gastos que no sean Educación y Sanidad y están deseando
que se devuelvan muchas competencias al Estado central por la ineficiencia
demostrada hasta ahora por sus gestores autonómicos. ¿O es que acaso creen que
durarán bastante tiempo esas televisiones regionales o municipales? ¿Que habrá
suficiente dinero para los panegíricos de esos reyezuelos de taifas en sus
telediarios manipulados?
Porque por mucho que traten de retrasar la hora final, la
suerte de la reforma estructural impuesta por los que nos prestan el dinero
también llegará a esa casta de privilegiados, que han hecho de la política no
un servicio público a los ciudadanos, sino una carrera con muy pocas
responsabilidades penales si está mal dirigida. De hecho, uno de los
principales culpables de esta situación de lodazal que soportamos, un tal
Rodríguez Zapatero, sigue viviendo a costa de nosotros de forma vitalicia.
Entre unos y otros han contaminado todo lo que han tocado:
el mundo de la judicatura, las cajas de ahorro, las ong, los sindicatos, los
ayuntamientos, las instituciones… El despilfarro de las cuatro administraciones
ha acabado con la riqueza de España y ahora nos vemos obligados a pedir
liquidez fuera porque aquí no tenemos ni para nóminas. Qué lástima de Nación,
esa misma que llegamos a creernos que podía hablar de tú a tú a los grandes
como en sus mejores tiempos.
Ahora nos vuelven a pedir más esfuerzos. De cada diez
agujeros que nos apretamos en la hebilla del cinturón, sólo uno está dedicado a
adelgazar este hipertrofiado y mastodóntico elefante que nos conduce al
precipicio, porque ni se quieren bajar de él ni que adelgace. Existe un
agotamiento generalizado. Una crisis de confianza. Un perfecto caldo de cultivo
para que cualquier demagogo a un extremo u otro encienda una mecha de
imprevisibles consecuencias. Y entonces, tampoco habrá llantos sino gritos de
socorro.
El ridículo de los ridículos |
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