Sin una clase media estable nadie podrá garantizar la seguridad de una sociedad avanzada
No es difícil imaginar el peor de los escenarios posibles. En los Presupuestos del año que viene uno de cada tres euros estará destinado a pagar los intereses de la mastodóntica deuda que arrastramos como una bola de nieve que crece y crece a medida que nos despeñamos por el precipicio de la credibilidad internacional. La intervención ya no es un señuelo para apagar protestas, ni una triquiñuela con la que adormecer al ciudadano cabreado que ha votado una opción para no tener que pagar más impuestos y se encuentra justamente
Entonces, veríamos la
verdadera dimensión de la catástrofe a la que nos ha conducido una clase
política que no estaba mínimamente preparada para esto. Que ha sido incapaz de
embridar la crisis cuando era domesticable y en vez de ponerle freno la
alimentaba con más gasto inútil, léase planes B para levantar aceras en los
ayuntamientos o cheques bebés lineales de 2.500 euros, lo mismo da que hubiera
nacido el crío en un pesebre de paja que en la mejor cuna de la provincia. El valle
de lágrimas será inmenso y habrá dudas más que razonables para que se mantenga
la paz social. Las tres patas que la
sujetaban, la economía sumergida, la familia como último colchón y el compadreo
de empresarios y sindicatos subvencionados, se vendrán abajo. Y sin una clase
media estable nadie podrá garantizar la seguridad y continuidad de una sociedad
avanzada.
Es por eso que ante
situaciones excepcionales no valen soluciones intermedias. Los mercados no
pueden perdonar que de cada diez medidas que se tomen una sea para adelgazar
una administración sobredimensionada y las nueve restantes recaigan sobre el
contribuyente. Los especuladores castigan con la misma fuerza tanto las
algaradas callejeras como la tibieza de un Estado que es incapaz de reconocer
sus errores y teme ser drástico a la hora de reconvertirse. No podemos seguir
alimentando más cuatro administraciones al servicio de una clase política y no
del ciudadano. O se opera con mano de hierro esta anomalía o el paciente, en
este caso nuestra joven democracia española, habrá retrocedido en lo económico al
menos una década y en lo político medio siglo.
PUBLICADO EN ABC DE SEVILLA EL 24 DE JULIO DE 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario