lunes, 24 de diciembre de 2012

Nidos artificiales de cerámica para cernícalos

Los nidos de cerámica se incrustaron
en la muralla del Castillo de Luna
¿Cómo se puede llamar cernícalo a un hombre ignorante y rudo? El cernícalo es un ave rapaz lista, de una destreza para su poca envergadura, apenas 40 centímetros, admirable. Y lo que es más contradictorio, amante de los espacios abiertos, de aires limpios y sanos. Además, es curioso, muy “entroncado” con la nobleza, al menos española. No son pocos los castillos de España en donde anidan entre los huecos de sus murallas estas pequeñas rapaces. Lejos de ser esto un inconveniente, es una bendición, alejan a las palomas y por tanto a las ratas, con lo cual el mal de piedra producido por el ácido de sus excrementos, se retrasa.
 

En Mairena del Alcor, Sevilla, cuando restauraron el Castillo de Luna, la que fue casa particular que adquirió el famoso arqueólogo George Edward Bonsor, se dieron cuenta de la importantísima colonia de cernícalos que allí habitaban. Con el fin de evitar que siguieran haciendo sus nidos entre los espacios de la mampostería idearon un sistema un tanto singular: crear sus propios nidos  artificiales de cerámica e incrustarlos durante la reforma. Para ello tuvieron que consultar con alfareros y hacerlos a mano. Hoy, estas piezas permanecen ocultas, pero aquí quedan reflejadas como otra curiosidad de barro cuya utilidad muy pocos podían aventurar que se fuera a producir.
 
El Castillo de Luna en Mairena cuando aún estaba en obras. Arriba en el centro se puede ver un cernícalo. Los
agujeros de la segunda muralla llevan sus correspondientes nidos de cerámica

Nido de cernícalo con sus crias. Esta imagen no es de Mairena

 

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