Murallas y torreones del Castillo de Alcalá de Guadaíra |
El Castillo de Alcalá no tiene un guía que lo enseñe por
dentro. Ni un calendario oficial en el que sepamos cuándo está abierto o
cerrado. Tampoco un escenario en condiciones para que pueda ser aprovechado su
magnífico patio de armas para espectáculos. Ni unas barandillas para que no nos
partamos la crisma si queremos subir a sus murallas, que es lo más normal. Por
carecer, hasta de señales que indiquen a los foráneos como llegar a él; que
levante la mano el alcalareño al que no le han preguntado unos despistados
automovilistas con ganas de visitarlo como c. se llega al recinto amurallado.
El Castillo de Alcalá ni tan siquiera es digno merecedor de un adjetivo en una
triste lápida que diga que es árabe, romano o medieval, ni que aclare que
gracias a él se pudo reconquistar Sevilla o que es el más grande en extensión
de toda España.
¿Para qué? El Castillo de Alcalá lo que necesitaba como el
comer es un Centro de Interpretación del Castillo de Alcalá. Porque ¿adónde
vamos sin un centro de interpretación que nos interprete lo interpretable?
¿Cómo hemos podido vivir hasta ahora sin un solo centro de interpretación esta
ciudad amiga de la infancia, libre de residuos nucleares y de desahucios? Las
carnes se le debían de abrir a nuestros próceres que no estuviéramos a la
altura de otros grandes centros de interpretación como, la torre del vinagre,
la trucha, las caras de Bélmez, el atún de almadraba o la vitivinícola y ganadera
del valle de los Pedroches y aledaños. Menos mal que ya tenemos nuestro centro
de interpretación del Castillo, podemos por fin respirar tranquilos.
Ahora, lo que de verdad necesitamos es que alguien nos
interprete cómo va a regir el senador su cortijo sin mayoría absoluta tras la
retirada al grupo de los no adscritos de doña Laura Ballesteros. ¡Ozú! Eso al
menos necesita una cátedra específica de Ciencias Políticas (y Morales).
PUBLICADO EN LA VOZ DE ALCALÁ EL 15 DE JUNIO DE 2013
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