Por Andalucía, España y la humanidad (incluida Extremadura). Fotos: Daguerre |
No se trata de ser un vexilólogo. O sea, un especialista en banderas. No en el hollywodiense actor malagueño de nombre Antonio sino en las telas que se utilizan como enseña de un país, una región o un equipo de fútbol. Simplemente basta con conocer los pabellones de las distintas regiones españolas, ahora llamadas comunidades autónomas, de autonomía… o «autonosuyas», que diría Fernando Vizcaíno Casas. Algunas de ellas son banderas muy históricas, como la de Aragón, copiada en condados que pertenecieron a este antiguo y admirable reino, pero que ahora se constituyen en titulares de unos falaces derechos construidos sobre la más escandalosa mendacidad. Otras enseñas, por el contrario, son inventos modernos, muy modernos…
En relación con un reciente y hilarante episodio ocurrido con banderas autonómicas, propio de película de Luis García Berlanga o Manolo Summers, hemos realizado una consulta para ver qué nos dice sobre dos vocablos el diccionario de nuestra madrastra la Real Academia Española como la definía el inolvidable maestro Jaime Campmany, cuyo reencuentro hace unos días con Manuel Martín Ferrand, su cofrade durante tantísimos años en la Hermandad de la Columna de ABC, debió de ser memorable en la Redacción eterna y merecedor de una crónica de urgencia transmitida por el teletipo de las amapolas.
Veamos, diccionario en mano, las definiciones del verbo apañar y el adjetivo cutre…
En su séptima acepción, apañar, verbo transitivo, coloquial, tiene el significado de «poner solución o remedio a un asunto precariamente, con disimulo o por conveniencia».
Y en su segunda acepción, el adjetivo cutre nos viene definido como «pobre, descuidado, sucio o de mala calidad».
Monesterio es el pueblo de Extremadura que da la bienvenida a los viajeros que transitan desde Andalucía por la autovía de la Ruta de la Plata, A-66 cuya numeración recuerda a la interestatal y rockera Ruta 66 estadounidense, inmortalizada por John Steinbeck en «Las uvas de la ira». En el fin de semana del pasado 8 de septiembre, festividad de la Natividad de la Virgen y día de la comunidad extremeña, consagrada a la Virgen de Guadalupe, Monesterio celebró las fiestas en honor a su venerada patrona, la Virgen de Tentudía, y ofreció la excusa perfecta para disfrutar de un paseo por sus serranas calles y, cómo no, dejarse seducir por la sugestiva y difícilmente rechazable atracción de su XXIV Fiesta del Jamón. En Monesterio no hay resquicio alguno al dicho aquel de «cuando un pobre come jamón, uno de los dos está malo», porque la suprema calidad –timbre de honor para España– del producto ibérico en sus distintas variedades, que ya quisiera para sí más de una chacina de esas por ahí, puede ser degustada a un precio tremendamente asequible con el regalo de un sabor insuperable y sin que se descosa aún más el bolsillo, que casi está hecho jirones y sin que nos hayan dado premio alguno.
El todo terreno disfrazado de trenecito, con matrícula de Sevilla |
Uno de los atractivos programados por el Ayuntamiento en el día de la degustación jamonera fue un compuesto «trenecito», disfraz colocado sobre un todoterreno y un par de remolques, para que circularan nativos y forasteros por el largo y cuidado paseo de Extremadura. Hasta hace unos años, la ancha calzada urbana de este paseo correspondía a la antigua travesía de la carretera nacional 630, vía tristemente famosa por su peligrosidad en más de un tramo de sinuoso trazado. La entrada en funcionamiento de la autovía de la Ruta de la Plata acabó felizmente con la travesía por Monesterio. El «trenecito» en cuestión, y en detalle que se agradece en tiempos en los que para lucir públicamente una enseña nacional de España primero hay que casi concertar un seguro de vida, enarbolaba hasta cuatro hermosas banderas constitucionales. En honor a la hermosa tierra castúa, y española por los cuatro costados, patria chica de conquistadores, mal que le pese al mamarracho del concejal de Mijas que es profesor universitario de la Pablo de Olavide para desgracia académica, la trasera del «trenecito» se adornaba con dos banderas de Extremadura. ¿O no…?
Véanse las fotos. ¿Entiende ahora la consulta al diccionario sobre los vocablos apañar y cutre?
Parece cosa de director de atrezo de película no ya de serie B sino Z.
Ahora bien, ¿y si en la disparatada estructura administrativa que hogaño padecemos –y pagamos– en España, extremeños y andaluces nos unimos? Un gobierno nos ahorrábamos y saldríamos ganando. Seguro.
LEÓNIDAS DE RODAS
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