El puente de Carranza, bloqueado por la manifestación |
“Todos los accesos a Cádiz están cortados”. Y se quedan tan
anchos. Apenas treinta kilómetros antes de llegar a la tacita de plata, lo
anuncian los paneles esos tan monos de luces donde nos avisan del accidente del
coche ese que siempre cae del mismo lado y que nunca corresponde con la
realidad o de que hay obras y debemos reducir la velocidad (pocas veces de un
control de alcoholemia o de un radar). Sintonizo Radio Nacional, y
efectivamente, no se puede entrar en Cádiz. ¿Un tsunami? ¿Quizás un terremoto
como el de Lisboa de 1755 que rompió todos los muros de defensa y el agua
arrasó la ciudad? ¿Teo se desmelena y por llamar la atención de la Pepa ha
prohibido la entrada a todos los que no sean liberales y gaditanos?
Teo ultima los preparativos para la Pepa |
No. Parece mentira. ¡Es la carga de trabajo, qué no te
enteras! ¿Y eso qué es? (como si el trabajo no fuera ya de por sí una carga).
Pues es lo que piden a gritos tres manifestaciones desde tres puntos diferentes
(los astilleros de San Fernando, Puerto Real y el mismo Cádiz) para que no les
falte curro. Y como no tienen otra forma de protestar deciden que hoy, cuando
escribo estas líneas, viernes 16 de marzo, hay que bloquear la ciudad y que no
entre nadie salvo ellos, que se lo merecen. ¿Pero cuántos son? Y eso que
importa. Ellos dicen que 1750. Habrá que ver lo que apuntan otras fuentes. Pues
nada, aunque lo fueran, tienen todo el derecho a tomar como rehenes a los
80.000 gaditanos de la capital y paralizarla. Consultas de médicos anuladas,
juicios suspendidos, repartos fallidos… No importa. Son los sindicatos y tienen
la anuencia de la delegación del Gobierno que vez tras vez se baja los
pantalones y permite que nos tomen de nuevo el pelo.
Estación de cercanías de Puerto Real |
Procuro acercarme todo lo que puedo a la ciudad antes de que
la Guardia Civil
ya no me permita seguir más. “¿De qué forma puedo entrar que no sea en coche? ¿Hay
autobuses o taxis?”, inquiero al benemérito. “O por barco o por tren”, me
responde, “vaya a Puerto Real y allí pregunte por la estación, que está bien
indicada”. Pues ni lo uno, ni lo otro. Ni está indicada y preguntar es poner en
apuros a la juventud mejor preparada de la historia de España. ¿Qué no me
creen? Después de dar más vueltas que una peonza interrogo a un chaval de un grupo
de escolares, dieciséis, diecisiete años, como ir a la estación. Respuesta :
“No se lo sé explicar”. “Pero es que no sabes dónde está o cómo llegar”, dudo
sin salir de mi asombro. “No, es que es muy difícil de explicar y no sé”.
Punto. Nadie de los colegas se toma la molestia de intentarlo. (¿Por qué no en
vez de Educación para la Ciudadanía, educan a esta para que sepa hablar en
público?) Luego nos extrañamos de que personajes como Laura Gómiz, la moza de
Invercaria, reconozca en un juicio que, efectivamente, “son mis palabras” las
grabadas en la cinta que obra en manos de los jueces, “pero no mis
pensamientos”. Al final sigo a un huevero de reparto, sin ánimo de faltar que
aún le estoy infinitamente agradecido, que opta por practicar la táctica del
sígame, que nunca falla. Y aquí estoy, esperando el cercanías, 3,40 “leuros” el
ida y vuelta, para dar el rodeo más estúpido para entrar en Cádiz por San
Fernando y retrasar media hora más mi cita. ¿Para qué quieren los gaditanos un
segundo puente si tres sindicalistas y medio pueden sitiar la ciudad?
Viaje en tren por la Bahía |
El tren, como era de esperar, hasta los topes de imbéciles
que no han consultado en la página oficial de los sindicatos si hoy se podía
circular libremente o había que desperdiciar toda la mañana dando vueltas para
que ellos pudieran reclamar democráticamente su “carga de trabajo”. Luego
hablamos de los pilotos de Iberia y los controladores aéreos. En total, cuatro
horas y media perdidas incluyendo los tiempos muertos del tren.
Pues yo, que quieren que les diga, que visto lo visto, el 29
trabajo, así me levante con jaquecas de caballo y 40 de fiebre. Que les vayan
dando.
Como para extrañarse |
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