lunes, 28 de enero de 2013

Juan Muñoz, un visionario

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"Pieza escuchando la pared"


Ocho años después de que descubriera a Juan Muñoz en una esquina del Pabellón de España en la Expo92 de Sevilla, le dieron el Premio Nacional de Artes Plásticas. Allí, olvidado, en una esquina perdida, para que pasara lo más desapercibido posible, me encontré "Pieza escuchando la pared". Disparé diapositivas que hoy no encuentro y aún me acuerdo de la magnífica impresión. La pared, ese espacio separador entre dos realidades, una conversación interesante entre personas que se sienten protegidas y pueden hablar de lo que quieran. Y un hombre de bronce, semibalancín, cómplice con el espectador, pega el oido para descifrar las palabras mágicas y ocultas al común de los mortales para luego chivárnoslas. Hoy, esa escultura se puede admirar en el Museo de Arte Contemporáneo Español. Patio Herreriano, en Valladolid.

Un año después de haber obtenido el máximo galardón de una institución española una hemorragia interna junto con un aneurisma de aorta acaba con su vida a los 48 años, justo cuando su obra Double Bind cosechaba éxitos nada más y nada menos que en la Tate Modern de Londres.

El museo de arte contemporáneo en Cáceres


Ahora, no hace mucho tiempo, vuelvo a encontrarme por casualidad, sin saber siquiera que estaba allí, con Muñoz. Fue en la Fundación Helga de Alvear en Cáceres. Una estancia con dos piezas suyas, una "Sin título"  (1995) y la segunda "Kabuki", te envuelven y secuestran por minutos. Juan Muñoz era un visionario. El hombre envuelto y atrapado por la maraña de cables de los cuales trata de desahacerse o la mirada opacada por los plásticos, las segundas capas, el no poder contemplarnos con nitidez en nuestro propio espejo, no son más que actos fedatarios de nuestros días. Muñoz se anticipó a lo por venir, a este mundo donde la tecnología nos ahoga cuando trata de ayudarnos. La experiencia de quedarse encerrado durante varios minutos a solas en esa sala con el alma de las esculturas puede llegar a ser trascendente.

Atrapado y sin escapatoria. "Sin título"


No hay un extremo de donde tirar

Miradas perdidas


"Kabuki" 1997. Resina de poliéster, rotulador, plástico, bolsa de
terciopelo y espejo



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